viernes, 4 de octubre de 2024

 

Álvaro Ríos


Maracay, Estado Aragua, Venezuela, 1965. Vive actualmente en Barquisimeto, Estado Lara. Es Ingeniero Electricista, Profesor Universitario y Escritor de cuentos, poesía y ensayo. Es autor de los libros “Sendero de Sombras” (poesía), “Efimerario” (brevedades), “Dilemas en el aire” (poesía) y “Criaturas Mínimas” (cuento). Ha sido colaborador de los diarios “El Impulso” y “Diario de Lara” en la ciudad de Barquisimeto. Algunos de sus cuentos han sido publicados en “Letralia” y “Atril.Press”.

alv_rios@yahoo.es


Obras disponibles:





Walt Whitman decía que el universo y las hojas de hierba se comunican: no hay distancia que no conozcan las hojas y los animales, el agua y el viento, el pensamiento y la imaginación.

Eso ha hecho que exista la poesía. La poesía le pone voz a todo lo que va surgiendo en los caminos interminables de la existencia. Y es un puente que nos une a lo largo y ancho del mundo.

De esa forma la poesía sobrevive gracias a una gran cantidad de poetas que se empeñaron y se han empeñado en continuar la búsqueda de esa existencia, de ese puente que nos une con el mundo no sólo para conocer sobre tantas cosas, sino también para vivir, para sentir a través de las palabras y la imaginación.

Por ello, como nos dice el poeta Julio César Blanco Rossitto en su introducción, los signos de la admiración suelen ser muchos, tantos como la riqueza que ella prodiga en el encuentro dialógico, el cruce de palabras e ideas que vienen desde el poema del otro para hacerse nuestro, que mascullan ante nuestros oídos desde la voz del hermano. Es suficiente una frase para objetivar lo dicho hasta aquí: “Maestro, si el espacio jamás se degrada / ¿cuántos paréntesis debemos abrir / para atrapar el hilo de tus recuerdos?”, ella se encuentra en el poema El lejano círculo del cielo, dedicado al poeta italiano Giuseppe Ungaretti. De estos versos podemos desgranar algunas cosas: admiración por el maestro, aquel que se anticipa a nuestra trayectoria y deja enseñanzas para nosotros.

Desde luego, Signos de Admiración es una metáfora, un diálogo certero, una conversación íntima con los poetas, tanto “los de allá”: voces del resto del planeta, como “los de acá”: voces nuestras, las venezolanas, esas que hemos escuchado desde niños y que hemos compartido con tantos amigos y conocidos.

De modo que quedan ustedes invitados al homenaje de todos esos poetas que han dejado huella, a la mágica aventura de la palabra.

 

El editor.


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Breversos Filosobrios corresponde a una colección de pequeños escritos que oscilan entre la reflexión, el aforismo y el poema. En cada pieza el autor intenta, a contracorriente, conservar la brevedad a pesar de la exigencia que el mismo texto plantea.

Dividido en cuatro partes: de asuntos difusos, de las interrogantes, de lo cotidiano y de la despedida; cada discurso, desde lo mínimo, atesora ciertos elementos donde la meditación, asunto constante a lo largo de la obra, intenta ocuparse de lo que pudiera suceder ante la abundancia de silencio, de ciertos ambientes infames, la incertidumbre que posee la palabra “futuro” y unas cuantas inquietudes más, muchas de ellas en forma de  pregunta y otras mostradas directamente desde lo cotidiano, donde acuden, como invitados a la fiesta, el dolor, la soledad, el peligro y todo aquello de lo que, de alguna forma, el individuo común intenta escapar. Sin embargo, si de escapar se trata, primero hay que existir y haberse divertido en la celebración, independientemente de lo que traiga el nuevo amanecer.  

En líneas generales, y más allá de asuntos filosóficos, en cada pieza predomina la necesidad de expresar más con menos, motivo que siempre ha perseguido al autor y que es una de sus ambiciones más añoradas: dar al lector pequeñas cápsulas que pueda beber de un tirón.

El editor.


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Esta obra recoge unas mínimas presencias que aturden al lector. Es que son quisquillosas, como duendes o fantasmas que aparecen y desaparecen con la rapidez del relámpago. Son textos, líneas, muy pocas, donde Álvaro Ríos nos cuenta el mundo, su mundo y el ajeno, porque el tipo, Álvaro, juega todas las bases y lo hace con maestría, gracia y calidad. Es decir, colecciona todas las pelotas y ejecuta bastante bien las señas.

Se trata de un hombre que escribe y se desahoga con letras, cuestión que hace bien en estos tiempos de ahogos.

Pues bien, estamos ante “Criaturas Mínimas”, del maracayero radicado en Barquisimeto, llamada cariñosamente “Guarolandia”, mote al cual nuestro autor celebra con el nombre del sello editorial: “AlfaGuaro”, juego de ironía donde la vieja editorial española se queda en pañales.

Hablemos de lo mínimo. Algo mínimo es algo pequeño, microscópico a veces. Es también tratar de ver por el ojo de una cerradura los glúteos de una hormiga y quedarse con un solo ojo, mínimamente tuerto, que así nos dejan estos cuentos, tan buenos que nos dejan en el sitio.

Como él dice, escribir brevedades no es fácil, pero a él le ha resultado bastante cómodo. Se siente que maneja con maestría las anécdotas y su imaginación desborda la realidad, esa cosa que a diario nos molesta y nos hace decir palabrotas.

Por supuesto, no faltan la ironía, el humor negro, el amor, los sueños, los mitos, los personajes de la historia y los literarios, los autores que lo han marcado, como Horacio Quiroga y Augusto Monterroso.

Además de lo mínimo, esta obra cuenta con dos apartados adicionales. En aquellos espacios desfilan cuentos un tanto más extensos. Es decir, escritos para dedicarles más tiempo y más seso. Pero no, no es así. Para dedicarle más tiempo, aunque el seso a veces sobra. Quiero decir, es justo lo que nuestro autor quiere que digamos, que el seso es necesario. En todo caso, se trata de unos cuentos magníficos que bien vale la pena compartir con los amigos, para ver las reacciones y para saber que este género existe, que no sólo se escriben cuentos largos y hasta muy largos parecidos a novelas cortas, cosa que nunca he entendido. Y también que hay novelas cortas que se parecen a cuentos largos, cuestión que tampoco a veces entiendo. Pero así es el arte, la literatura.

 

Alberto Hernández.

Periodista, docente, escritor,

ensayista y poeta venezolano.


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Según nos cuenta el autor, el origen de un libro puede que sea el resultado de una situación curiosa. En cuanto a los temas, éstos, por sí solos, de alguna manera persiguen al autor y no al revés, sobre todo cuando se es usuario de alguna red social.

En el caso particular de la poesía, nuestro autor se preguntaba: ¿qué poder mueve los hilos para que un escritor decida escribir y publicar un libro de poemas? Y cuando finalmente logra su cometido, ¿qué puede esperar, acaso la gloria?

Lo cierto, y como nos explica en una breve introducción, internet, específicamente las redes sociales, se ha vuelto una herramienta muy valiosa que permite, de forma rápida y eficiente, mostrar la obra de cualquier escritor.

Tomando esto en cuenta, y siguiendo el ejemplo de ciertos amigos escritores, nuestro autor comenzó a publicar algunos poemas, pero con la intención de apoyarse en imágenes para y a través de ellas captar lectores. Ese proceso dio origen al libro que hoy mostramos y en cuyo interior concurren poemas que han sido elaborados mediante un lenguaje sencillo y que sólo buscan manifestar emociones, pensamientos e inquietudes.

Según el poeta venezolano José Luis Ochoa, “El amor está del otro lado” destaca por su construcción formal en un espacio donde un puñado de poemas, muy bien tramados, fluyen de forma armónica desde el inicio hasta el cierre de la temática desplegada.

Finalmente, sólo nos queda invitarlos a que pasen y vean los resultados de una experiencia interesante: publicar en la red para en(red)@r lectores.


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