domingo, 19 de noviembre de 2023

 



Teófilo Tortolero

Valencia, Venezuela, 1936-1990

Fue un poeta y abogado venezolano. Estudió primaria en el colegio Don Bosco (Valencia) y secundaria en los Institutos «La Salle» y Liceo «Pedro Gual». Perteneció al grupo literario «Azar Rey» de Valencia (1968-1969) junto con Eugenio Montejo y J.M. Villarroel París. Jefe del Departamento de Publicaciones de la Universidad de Carabobo (1969). Co-Fundador de la Revista Poesía y Zona Tórrida.

Publicó los libros: Demencia Precoz (1986), Las drogas silvestres (1972), 55 Poemas (1981), Perfume Jaguaro (1984) y La última tierra (1990). Libro póstumo: El libro de los cuartetos (1994). Residió sus últimos años en la población de Nirgua, Estado Yaracuy, donde ejerció su profesión de abogado. 

 

Información tomada del blog:
“Vomité un conejito” de Silvia C. Navarro.
https://vomiteunconejito.wordpress.com/2020/05/18/poemas-de-teofilo-tortolero/



Obras disponibles:




La primera vez que escuché hablar de Teófilo Tortolero, poeta venezolano nacido en Valencia, Estado Carabobo, fue durante una tertulia en la casa de la Avenida Morán, Barquisimeto, Estado Lara. De aquello no hace mucho, tal vez un poco antes de la pandemia covid 19. En aquella oportunidad, el poeta Reinaldo Chaviel nos invitó para conversar sobre algunos poetas de interés. El encargado de llevar la batuta de la conversa fue el gran amigo Freddy Castillo Castellanos. Esa vez se habló de Montejo, de Pérez Só, y de un desconocido —para mí—, de nombre Teófilo Tortolero. Freddy, con su voz altiva, melodiosa y apasionada, nos pintó las imágenes más hermosas asignadas a unos versos mágicos, sublimes. Entonces me pregunté: ¿cómo rayos es que no conocíamos al poeta valenciano? Porque una cosa era cierta, de no haber coincidido aquel día con el amigo Freddy, quizá seguiríamos —y lo digo en plural porque muchos de los allí presentes desconocíamos la información—, alejados de una obra brillante, maravillosa y necesaria.

La poesía de Teófilo Tortolero, que desde entonces nos acompaña a todos lados, ostenta un estado de ansiedad y un sentido adverso de la vida; no obstante, disimulado por una poética fina, delicada y nostálgica. Sus versos se visten de un furor portentoso en el que predomina la belleza, adornada a su vez de un lenguaje sutil, agudo, que de alguna manera capta gran parte de un paisaje profundo, lleno de formas y de sensibilidad.

Como decía nuestro amigo Alberto Hernández, en Tortolero el poema es memoria, sustancia, elementos éstos que definen el paso de alguien de sombrero, guayabera blanca y una sonrisa perspicaz.

En todo caso, y siendo que su obra es lo que realmente importa, debemos expresar que en este acto damos fe de su vigencia, que su estirpe, tal vez secreta, atrajo a muchos lectores que se deleitaron leyéndolo. Esos versos, signados por una mezcla de elegancia, nos hace pensar en las posibilidades de la poesía, género éste que, aunque no puede salvar al mundo, ha quedado allí para intentarlo.

En la totalidad de su obra, de la cual extraemos esta humilde selección, podrá el lector apreciar sensaciones que se incrustarán en su ser, como si fuera parte de un proceso endémico que debemos sufrir, pero siempre para nuestro beneficio.

Sirva esta breve antología para volver a los predios de Teófilo, a su ilusión y espejismo, a ese ensueño que lo hizo libre para deleitarnos con su contundencia verbal.

Finalmente, queremos apreciar y agradecer el esfuerzo que por tantos años ha dedicado la Universidad de Carabobo, Venezuela, para dar a conocer la obra del gran poeta valenciano; sin embargo, y ante las dificultades actuales, desde la humildad y animados por el deseo de extender y mantener viva la llama de los versos del poeta, permítanos dejar aquí este trabajo para que todo aquel que aún no conoce su obra pueda hallar un camino a ella.

El editor.



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