Teófilo Tortolero
Valencia, Venezuela, 1936-1990
Fue un
poeta y abogado venezolano. Estudió primaria en el colegio Don Bosco
(Valencia) y secundaria en los Institutos «La Salle» y Liceo «Pedro Gual».
Perteneció al grupo literario «Azar Rey» de Valencia (1968-1969) junto con
Eugenio Montejo y J.M. Villarroel París. Jefe del Departamento de Publicaciones
de la Universidad de Carabobo (1969). Co-Fundador de la Revista Poesía y Zona Tórrida.
Publicó los libros: Demencia Precoz (1986), Las drogas silvestres (1972), 55 Poemas (1981), Perfume Jaguaro (1984) y La última tierra (1990). Libro póstumo: El libro de los cuartetos (1994). Residió sus últimos años en la población de Nirgua, Estado Yaracuy, donde ejerció su profesión de abogado.
“Vomité un conejito” de Silvia C. Navarro.
https://vomiteunconejito.wordpress.com/2020/05/18/poemas-de-teofilo-tortolero/
Obras disponibles:
La primera vez que escuché
hablar de Teófilo Tortolero, poeta venezolano nacido en Valencia, Estado
Carabobo, fue durante una tertulia en la casa de la Avenida Morán,
Barquisimeto, Estado Lara. De aquello no hace mucho, tal vez un poco antes de
la pandemia covid 19. En aquella oportunidad, el poeta Reinaldo Chaviel nos
invitó para conversar sobre algunos poetas de interés. El encargado de llevar
la batuta de la conversa fue el gran amigo Freddy Castillo Castellanos. Esa vez
se habló de Montejo, de Pérez Só, y de un desconocido —para mí—, de nombre
Teófilo Tortolero. Freddy, con su voz altiva, melodiosa y apasionada, nos pintó
las imágenes más hermosas asignadas a unos versos mágicos, sublimes. Entonces
me pregunté: ¿cómo rayos es que no conocíamos al poeta valenciano? Porque una
cosa era cierta, de no haber coincidido aquel día con el amigo Freddy, quizá
seguiríamos —y lo digo en plural porque muchos de los allí presentes
desconocíamos la información—, alejados de una obra brillante, maravillosa y
necesaria.
La poesía de Teófilo Tortolero,
que desde entonces nos acompaña a todos lados, ostenta un estado de ansiedad y
un sentido adverso de la vida; no obstante, disimulado por una poética fina,
delicada y nostálgica. Sus versos se visten de un furor portentoso en el que
predomina la belleza, adornada a su vez de un lenguaje sutil, agudo, que de
alguna manera capta gran parte de un paisaje profundo, lleno de formas y de
sensibilidad.
Como decía nuestro amigo Alberto
Hernández, en Tortolero el poema es memoria, sustancia, elementos éstos que
definen el paso de alguien de sombrero, guayabera blanca y una sonrisa
perspicaz.
En todo caso, y
siendo que su obra es lo que realmente importa, debemos expresar que en este
acto damos fe de su vigencia, que su estirpe, tal vez secreta, atrajo a muchos
lectores que se deleitaron leyéndolo. Esos versos, signados por una mezcla de
elegancia, nos hace pensar en las posibilidades de la poesía, género éste que,
aunque no puede salvar al mundo, ha quedado allí para intentarlo.
En la totalidad de
su obra, de la cual extraemos esta humilde selección, podrá el lector apreciar
sensaciones que se incrustarán en su ser, como si fuera parte de un proceso
endémico que debemos sufrir, pero siempre para nuestro beneficio.
Sirva esta breve
antología para volver a los predios de Teófilo, a su ilusión y espejismo, a ese
ensueño que lo hizo libre para deleitarnos con su contundencia verbal.
Finalmente, queremos
apreciar y agradecer el esfuerzo que por tantos años ha dedicado la Universidad
de Carabobo, Venezuela, para dar a conocer la obra del gran poeta valenciano;
sin embargo, y ante las dificultades actuales, desde la humildad y animados por
el deseo de extender y mantener viva la llama de los versos del poeta,
permítanos dejar aquí este trabajo para que todo aquel que aún no conoce su
obra pueda hallar un camino a ella.
El editor.
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