jueves, 15 de mayo de 2025

Rossela Brugnoli

Trujillo, Estado Trujillo, Venezuela.


Licenciada en Educación mención Castellano y Literatura, M. S. en Literatura Latinoamericana y del Caribe ambas en NURR-ULA Trujillo, Venezuela. Fue docente durante veintisiete años en el Ministerio de Educación. Ha publicado diversas investigaciones en la Página Literaria del Diario Los Andes de Valera. Estado Trujillo y en la revista Cifra Nueva de la ULA. Su escritura poética ha sido un acompañante en esta etapa de su vida. Siempre ha intentado habitar con la palabra que siempre habla con ella, pero antes poco escuchada entre ocupaciones y escrituras extraviadas. Ahora esa palabra es aliento y fuerza en la incertidumbre.


Obras disponibles:




El gran poeta español José Hierro decía que de la poesía no se podía escribir sino desde lo más formal y lo externo, no de su esencia. Sin embargo, sucede a veces que llega a nuestras manos un libro que, más que leer, desearíamos descubrir sus misterios, tal vez como una única manera de conocer a su autor, saber, aunque a la distancia, cuáles fueron sus motivos para llevar a la superficie dichas emociones. Muchos poetas y poetizas, como nuestra querida amiga Rossela Brugnoli, consiguen alinear su mirada con la nuestra, y de ese modo, compartir su esencia, sus temores, los instantes de felicidad, la soledad y finalmente, el silencio.

Suponemos que, como todo poeta, nuestra amiga ha partido del silencio para afrontar el hecho poético, esas ganas de sacar desde adentro tantos sentimientos para hacer con ellos muchas cosas, pero sobre todo como una manera, sensata por lo demás, de estar en el mundo y ofrecer a los lectores una pequeña parte muy íntima de su ser.

Mucho de lo dicho lo encontramos en “Vacíos de ausencia”, este primer poemario que tenemos el honor de publicar y donde temas tan diversos se dan cita: lugares añorados, el tiempo como lo que es, un patán que sólo nos hace esperar─, el tedio, la casa, la soledad, la ausencia y, finalmente, el cuerpo, específicamente aquel que es memoria y que básicamente está compuesto de piezas de un rompecabezas. 

Leyendo los versos de Rossela uno aprende a contenerse, a entender lo difícil que es decir adiós, así como explorar la posibilidad de escribir en el agua. Pero, además, es propicia la lectura para acordarse de la niñez y de los múltiples recuerdos que han sido atados a nuestra vida. Todas esas palabras, en su universo particular, nos invitan a resistir, y aunque sabemos que es imposible retornar, la vejez no tiene por qué ser retrógrada, nociva, es sólo un camino hacia la última página, un viaje que sólo es posible con abrazos, empeño, tregua y hasta fracturas.

Tal vez las ventanas han sido clausuradas y la borrasca es sólo una forma del tedio, pero en todo ello emerge la fe: evadir el vacío. De modo que quejarse es una tontería, la fe es la guía, la brújula, pues la falta de ella sólo cancela el mañana.

Así que no esperemos más, aquí termina la cosecha de hastíos y comienza la red de hojas pegadas al cielo.

Queridos lectores, feliz viaje.

 

El editor.



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